ELOY
GARZA
@eloygraza
- ¿No
podía ser titular de la CFE un militante progresista? ¿Un luchador social? ¿Un
activista? ¿Tanto miedo le tienen aún a los sindicatos?.
“Hasta cuando escribo sobre una manzana, está
Sicilia”, decía el escritor italiano Leonardo Sciascia. Hasta cuando escribimos
sobre la Cuarta Transformación está Bartlett. Es como un personaje de las
novelas de Sciascia. Un país, Italia, donde lo único que cuenta es el poder por
el poder. Un país, México, donde las élites priistas incubaban personalidades
como la de Bartlett. Siendo Secretario de Gobernación (1982-1988) fue el gusano
que se comió la manzana del sistema político: vivía en su semilla, pero acabó
pudriéndola. En el olvido queda aquel
mal día para un buen día. Un organismo de seguridad nacional que espiaba
disidentes. Conflictos con la DEA y arreglos bajo la mesa. Diseño de las
modernas componendas con el crimen organizado. Aparición de Caro, tan caro al
gobierno. Dice Sciascia: “El poder que progresivamente degenera en la
inexplicable forma que podemos llamar mafiosa”.
Sciascia fue más penetrante que Luis Spota, nuestro
narrador del poder – tan conservador el
pobre --, pero ambos advirtieron esa masacre en cámara lenta que para cualquier
pueblo significa la Razón de Estado. Todavía existe, como en tiempos de
Richelieu. Y en México, como en Italia, coincidió con la razón del partido, que
eran palabras mayores, retrato hablado del PRI, la víspera del trueno. Todo por
buscar el poder por el poder. Bartlett se lavó la cara, se lavó las manos y
culpó a Salinas de la caída del sistema. Pero no se cayó: calló.
Así
reformó la historia en beneficio de sí mismo. Se introdujo en la manzana de la
Cuarta Transformación. Pudrir disidencias. Pudrir libertades. Pudrir democracia
en ciernes. Pudrir sindicatos. No matar: asfixiar lenta, subrepticiamente.
Comprar y alquilar. El uso del poder a secas. Sin ideologías que estorben. ¿O a
qué venimos, entonces? “No podemos correr el riesgo de que estallase una
revolución, no en este momento”, dice un personaje de Leonardo Sciacia. Y otro
personaje le responde: “Entiendo, no en este momento”. Se contrata sexenio tras
sexenio no a quien desactiva granadas, sino quien le quita el seguro en el
instante justo.
Hasta
cuando el PRI pierde y el PAN se hunde y el PRD se extingue, está Manuel Bartlett.
Es una presencia que repta por las cuestas y pendientes de las historia, en el
partido hegemónico o en la oposición. Repta y rapta. Lo mismo da. Se asoma como
alfil eficaz, como nacionalista oportuno, como legislador y operador. Sirvió a
De la Madrid. Amedrentó a Salinas. Marchó con Cárdenas. Se alineó con AMLO.
Alternando las garantías de protección con la amenaza. “Hasta cuando escribo
sobre una manzana está Sicilia”. ¿No podía el país prescindir de sus oscuros
servicios? ¿No podía ser titular de la CFE un militante progresista? ¿Un
luchador social? ¿Un activista? ¿Tanto miedo le tienen aún a los sindicatos?
Hasta
cuando escribimos sobre la Cuarta Transformación está Bartlett. Sciascia murió
en 1989. Bartlett tomará protesta como nuevo titular de la CFE. La Razón de
Estado persiste como excusa para mantener a los viejos hombres del sistema. ¿El
poder siempre el mismo? ¿Cómo la materia nunca cambia, solo se transforma? Las
novelas de Sciascia tienen final abierto: jamás pierden los malos. México también,
es un final abierto: nunca pierden los malos.
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