Razones
Jorge
Fernández Menéndez
Para
mi amigo y orgulloso sinaloense, Manuel Zazueta Cárdenas, que ya descansa después de una larga batalla. Con un abrazo
para su Beatriz, para Bea y Bruno.
En
las encuestas finales de los comicios del domingo hay de todo. Imposible
creerle a todas porque los datos son muy dispares, aunque muestren tendencias
más o menos consistentes en las últimas semanas. No sé si el resultado
electoral del domingo vaya a ser tan abierto como algunos esperan, me imagino
que quizás puede terminar siendo tan dramático como el final de los juegos de
ayer, que, con el triunfo de Corea, y a pesar de la derrota de México, le
dieron el pase a octavos de final a nuestra selección. A veces, en muy pocas
ocasiones, también se gana perdiendo.
Lo
que sí hay que evaluar en estos días de reflexión es qué pasa con nuestro ánimo
social: pasamos del entusiasmo desaforado al tremendismo casi sin escalas. La
selección jugó dos grandes partidos y un tercero muy malo, calificó sí gracias
al resultado de Corea sobre Alemania, pero sobre todo porque había ganado, por
propios méritos, los dos primeros partidos. Pero en redes sociales parecía que
se hubiera acabado el mundo. Algo similar ocurre con la política: está campaña
electoral ha oscilado entre dos sentimientos profundamente negativos, entre el
enojo y el miedo, entre quienes están hartos y quieren a como dé lugar un
cambio aunque no quede muy claro a dónde nos llevará éste, y los que tienen
miedo de ese cambio pese a que tampoco termine de quedar del todo claro cuál es
la causa central del temor.
Los
dos son sentimientos irracionales. El enojo se define como “el sentimiento
desagradable que experimentamos cuando nos sentimos contrariados o atropellados
por las palabras, las acciones o las actitudes de otros”. Y hay razones para el
enojo, este gobierno, y los anteriores, más allá de sus logros, de los éxitos
puntuales que no se pueden negar, de los avances que hemos tenido en varios
capítulos de la vida nacional ha atropellado y contrariado, por sus acciones,
sus palabras y sus actitudes a muchos mexicanos. La falta de sensibilidad, la
corrupción, la ineficacia, la desigualdad, aunque no sean generalizadas,
simplemente están en el corazón, en el centro del enojo social: no es una
percepción, es una realidad.
El
miedo se define como la “sensación de angustia provocada por la presencia de un
peligro real o imaginario”. Para muchos el miedo es la principal motivación.
Hay causas para el miedo. Un día se amenaza, al otro se perdona, un día se
habla de cambios radicales, y al siguiente de moderación. No hay rutas
claramente definidas. La incertidumbre es el peor de los miedos y en muchos
casos genera acciones desesperadas. No importa tanto lo bueno o malo que hemos
tenido: el verdadero temor es ir hacia lo desconocido, hacia algo peor que lo
que tenemos porque no lo conocemos, o lo hemos conocido demasiado en el pasado.
Todos
los candidatos han hablado del futuro, han hecho todo tipo de ofertas, pero la
verdad es que la esperanza, la expectativa positiva tiene poco que ver con lo
que definirán estos comicios. Tampoco abona a ello la estrategia de la cárcel
ni la amnistía, tampoco el continuismo. Nuestros candidatos no han logrado
terminar de sembrar la confianza en el futuro a los electores y ya no podrán
hacerlo antes de los comicios.
Por
eso para el futuro inmediato, para el mismo 2 de julio, se requiere aceptar los
resultados electorales (los márgenes de fraude son casi inexistentes en la
jornada electoral, salvo que veamos algo realmente grotesco que difícilmente se
pueda dar con dos millones de ciudadanos cuidando la elección) e
independientemente de las controversias que seguramente habrá (el propio
sistema, tan rígido, las propicia) se debe convocar a una reconciliación que
permita gobernar a quien llegue al poder y dé confianza y tranquilidad a
quienes votaron por él y sobre todo a quienes votaron en su contra.
No
se puede gobernar ni prosperar, no se puede avanzar en medio del miedo y el
enojo, sentimientos que se prolongarán en el tiempo si después de la elección
los distintos actores, y sobre todo los candidatos, no dan un paso hacia la
reconciliación. Recordemos que vendrá un largísimo proceso de cinco meses de
transición que se harán eternos tanto para los que se van como para los que
llegan.
Decía
John F. Kennedy, creo que la frase es suya, que quienes llegan al poder
montados en el lomo de un tigre, generalmente terminan devorados, en las fauces
del propio tigre. Quizás el miedo y el enojo pueden determinar el resultado
electoral, pero no pueden definir el futuro de un país.
La
relación con EU
La
relación con Estados Unidos está en el punto más bajo de décadas. No haber
podido concluir la renegociación del TLC antes de nuestros comicios y los de
noviembre en la Unión Americana, será una carga para el futuro gobierno y un
espacio donde la politización puede imponerse a la realidad económica. Si a eso
sumamos la criminal política migratoria de la administración Trump, quien sea
el ganador tendrá que tener absolutamente claro qué es lo que quiere y como
espera avanzar o resisitir ante los vientos de la actual Casa Blanca.
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