En
la Mira
Héctor
Estrada
Los
rumores emanados desde el centro del país son cada vez más intensos. Enrique
Peña Nieto no está nada contento con la “rebelión verde” gestada en Chiapas en
contra de las decisiones de la cúpula priista y la opacidad cómplice del
gobernador chiapaneco. Esa fue la razón real que motivó la reunión sostenida
este martes entre Manuel Velasco Coello y Alfonso Navarrete Prida, actual
Secretario de Gobernación, en la Ciudad de México.
Ni
el tenso encuentro, ni la repentina exposición del gobernador verde ante los
medios nacionales para aclarar el asunto fueron fortuitos. A Velasco Coello lo
mandaron citar para hacerle un enérgico llamado de atención, por decirlo de
manera coloquial. Los informes emitidos por Enrique Miranda Nava, delegado
especial del PRI en Chiapas, han sido poco favorables para la desgastada imagen
de Manuel ante el “Grupo Atlacomulco”.
La
traición y desobediencia pública de algunos liderazgos verdes, encabezados por
Eduardo Ramírez Aguilar, han rebasado los límites tolerables. Las
movilizaciones y acusaciones de Ramírez contra las dirigencias del Partido
Verde Ecologista de México (PVEM) y el Partido Revolucionario Institucional
(PRI) señalándolos de autoritarios, traidores, antidemocráticos y orquestadores
de imposiciones centralistas ha desatado el enfado de la Presidencia de la
República.
Las
medidas utilizadas por Ramírez han pasado de la presión política a la traición
flagrante. Este mismo martes desde el interior de la maquinaria operativa de la
“rebelión verde” se distribuyó información a medios nacionales y locales en
contra del propio Enrique Miranda. La nota lo señalaba como un riesgo para el
uso indebido de programas sociales en Chiapas, por sus antecedentes en la
función pública. Mediante una cuenta de correo de dudosa procedencia y la falta
de periodistas firmantes, el asunto se trató de un evidente golpe bajo contra
el delegado priista.
La
tolerancia de Nuño, Videgaray, Meade y el mismísimo Peña Nieto en el caso
Chiapas se está agotando. La negativa de Eduardo Ramírez para acatar decisiones
cupulares que no lo favorecieron está rebasando los límites del Grupo
Atlacomulco, y la permisividad de Manuel Velasco ya generó serias ámpulas en el
grupo cercano al Presidente de la República. La rebelión de Eduardo Ramírez
Aguilar se ha convertido en un asunto estrictamente personal que nada tiene que
ver con la dignidad partidista, sino con la propia, la del mismo Ramírez y su
padrino político.
Y es
que no se trata de una insurgencia absoluta. Hay liderazgos verdes que incluso
se encuentran sentados desde hace muchos meses atrás con las cúpulas del PRI y
el PVEM, negociando los repartos electorales sin empacho alguno. Este mismo
miércoles circularon versiones (no oficiales aún) sobre la inscripción de
personajes muy cercanos a Manuel Velasco como Fernando Castellanos y Roberto
Rubio como cabezas de fórmula al Senado de la República por la coalición
rojiverde. Algo que honestamente no suena tan lejano.
La
indicación dada a Roberto Albores Gleason es seguir el proceso de precampaña
con plena normalidad sin caer en confrontaciones, mientras las cúpulas han
observado el comportamiento de Ramírez y las complicidades omisas de Velasco.
Pero las tensas cuerdas se están debilitando. Por eso el repentino llamado a
Manuel Velasco para presentarse en la Secretaría de Gobernación y advertirle el
descontento y los riesgo que implican semejantes traiciones.
Por
eso la incomoda declaración a medios, flanqueado por el propio Secretario de
Gobernación, para ser él mismo (Manuel Velasco) quien desacreditara las
versiones de un rompimiento entre el PRI y el Verde en Chiapas, al tiempo de
deslindarse de la campaña de Andrés Manuel López Obrador y la cercanía
sospechosa de su abuelo con el tabasqueño. No es gratuito que ni siquiera haya
sido recibido por Enrique Peña Nieto para quien el gobierno verde ya no es
causa de “tanta gracia”… así las cosas.
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