LETRAS
DESNUDAS
MARIO
CABALLERO
En
este momento es muy difícil pensar en un triunfo de la alianza PRI-PVEM a la
Presidencia de la República e incluso a cualquier otro de los miles de cargos
públicos que se disputarán en las elecciones próximas. Como están las cosas, si
el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto se tratara de una pelea de box,
aun noqueando, perdería.
Es
así que la peor batalla del PRI no será contra López Obrador, sino contra la
crisis política, económica y social que sus propios gobiernos crearon. ¿Cómo
superar la cifra de más de cien mil muertos producto de la guerra con los capos
de la droga? ¿Cómo creer que las reformas estructurales han sido provechosas
cuando el precio de los combustibles sigue a la alza y en los estados de
Chiapas, Oaxaca, Guerrero y Michoacán la reforma educativa ni siquiera ha
podido implantarse?.
Podemos
seguir haciendo preguntas por cada uno de los conflictos actuales en México que
en cierta medida fueron causados por los gobiernos priistas. Pero sin duda la
mayor crisis del PRI es la corrupción, tanto así que proponer a un candidato
surgido de la sociedad y no de sus propias bases habla mucho de que están
conscientes de su falta de credibilidad y que por eso acudieron a un acto
desesperado de “formalizar” una histórica candidatura ciudadana que sugiere ser
solamente una burda fachada.
EL
CÁRTEL DE LA CORRUPCIÓN
Pierre
Victurnien decía que “La revolución es como Saturno, devora a sus propios
hijos”. El Partido Revolucionario Institucional es uno de los hijos de la
revolución mexicana que está obligado a avanzar a su cuarta etapa política o
pronto verá su desaparición. Desde dentro, perdió los principios
revolucionarios que lo fundaron.
El
PRI lleva en el nombre la palabra revolucionario que hoy en día no tiene
ninguna relación con la democracia, que le es un asunto exótico, ajeno,
inapreciable. De tal manera, la crisis de México es la crisis del PRI; la
crisis del PRI es el abandono de sus principios, el autoritarismo, las luchas
fratricidas por el control del partido, la antidemocracia, el regreso a las
viejas prácticas que lo echaron del poder en 2000 y el resurgimiento del
dedazo.
A
todo esto debemos agregarle el ingrediente de la impunidad y depredación de
quienes formaron parte de ese tan anunciado Nuevo PRI, que en tan sólo cinco
años ha causado más indignación y desastre que todos los setenta años juntos
que estuvo en el poder.
En
diciembre de 2012, durante su toma de protesta, el entonces dirigente nacional
del PRI César Camacho Quiroz aseguró que el partido había aprendido la lección
de perder dos elecciones presidenciales consecutivas: “Hemos aprendido de los
errores y nos sometimos a las reglas de las democracia; nos volvimos más
competitivos, nos rehicimos de fuera hacia dentro y de abajo hacia arriba”.
Como dice el dicho, elogio en boca propia es vituperio.
En
una fotografía junto al presidente Peña Nieto, personajes como Roberto Borge
Angulo, Javier Duarte de Ochoa, César Duarte Jáquez, Rodrigo Medina, entre
otros fueron presentados como parte de ese Nuevo PRI, el que dijo haber
aprendido la lección. Sin embargo, ese elegante equipo de políticos jóvenes y
profesionales, con estudios en universidades de prestigio, con una larga
trayectoria en el partido, pronto se convirtió en el “cártel de la corrupción”.
Roberto
Borge gobernó Quintana Roo entre abril de 2011 y septiembre de 2016, fue
acusado de desviar 200 millones de pesos de recursos federales a través de
empresas fantasmas. Se dice que creó alrededor de veintiséis compañías en las
que aparecen como accionistas ex funcionarios del gobierno estatal y
empresarios cercanos a Borge y Javier Duarte, pues dichas empresas tenían
contratos en ambos estados del país.
En
2016, Borge Angulo recibió una transferencia de mil 800 millones de pesos que
nunca transparentó. Asimismo, el nuevo priista se convirtió en dueño de la
naviera “Barcos Caribe”, que está compuesta por seis ferries que operan entre
Cozumel y Playa del Carmen. Se dice, también, que tiene barcos escondidos en
Australia. En este momento está en espera de ser deportado del país de Panamá
para enfrentar los procesos penales en su contra.
El
ex gobernador de Veracruz Javier Duarte, está detenido por los delitos de
peculado, enriquecimiento ilícito, nexos con el crimen organizado,
incumplimiento del deber legal y operaciones con recursos de procedencia
ilícita. De acuerdo con la información oficial, desvió con ayuda de su esposa
Karime Macías 60 mil millones de pesos mediante empresas ficticias.
Desde
el año 2012, los recursos destinados para el sector salud, educación, seguridad
e infraestructura fueron desviados a cuentas bancarias en el extranjero para la
compra de inmuebles en México, Estados Unidos y Europa. Como ejemplo de la
corrupción, se presume que con los 190 millones de pesos que el gobierno del
estado recibió para el programa “Apoyo para Fortalecer los Servicios de Salud”,
que nunca fueron aplicados en ninguna clínica u hospital de la entidad, la
señora Macías compró cuatro lujosos departamentos en Nueva York además de joyas
y otros caprichos.
César
Duarte, ex gobernador de Chihuahua, es prófugo de la justicia y es buscado en
190 países del mundo. Sus delitos tienen que ver con el desvío de recursos
públicos e irregularidades electorales. Entre otras cosas, está señalado por
malversar 79 millones de pesos para financiar las campañas electorales del PRI
estatal, que salieron de la ilegal retención de salarios de más de 700
funcionarios del gobierno que se vieron afectados en sus ingresos familiares.
Tiene en su haber cincuenta acusaciones por diversos crímenes.
Otro
de los nuevos priístas es Rodrigo Medina, que dejó el gobierno del estado de
Nuevo León en medio de señalamientos de corrupción por contratos de proyectos
públicos y compra de propiedades durante su administración. A esto se suma el
mal manejo de las finanzas que endeudó a la entidad con 61 mil 179 millones de
pesos, de acuerdo con las cifras de la Secretaría de Hacienda y Crédito
Público.
La
corrupción no es toda crisis del PRI. Aunado a ella está la pérdida de valores
que ha provocado que muchos priistas de casta hayan renunciado a su militancia
y buscado espacios en otros institutos políticos o competir sin ningún partido
que los respalde. Ejemplo es que por los errores de Rodrigo Medina, el PRI
perdió el poder en Nuevo León dejándolo en manos de un ex priista que ganó la
gubernatura mediante una candidatura independiente: Jaime Rodríguez Calderón,
“El Bronco”.
¿A
DÓNDE IREMOS?.
Ahora,
¿qué podemos esperar de su alianza con el Partido Verde?.
Ciertamente
el PVEM es un instituto político joven que ha crecido mucho en los últimos
años, pero aun así tiene graves señalamientos por violaciones a las leyes
electorales. Aunque su avance como partido no es desdeñable, es en Chiapas
donde tiene su mayor fortuna, que de repetirse el número de votos que en el
2012 le sería casi suficiente para mantener el registro.
Pero
de ahí en adelante ¿qué es lo que ofrece? Porque más allá de seguir siendo a
nivel nacional un apéndice del priismo nunca ha elaborado una agenda útil en la
protección de los derechos humanos, en el combate a la violencia, en el
rediseño del combate al narco o en políticas económicas. Únicamente se ha
dedicado a mantener el registro y vivir del presupuesto. Que vaya en alianza
con el PRI es suponer precisamente eso.
La
crisis del PRI y la falta de objetivos del PVEM, que viene siendo una crisis de
ideología y credibilidad, son dos lastres que tendrá que superar José Antonio
Meade durante los comicios venideros. Creo que lo mejor que podría hacer el
precandidato es preguntarse no si tiene posibilidades de ganar, sino ¿qué
espera darnos como Presidente de México? Porque a simple vista podemos observar
que nada más sirve como máscara para ocultar la verdadera cara del PRI.
Tristemente,
Meade y el PRI son la mejor opción que tenemos. De ese tamaño es la crisis de
los partidos. ¡Chao!
@_MarioCaballero
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